jueves, 26 de mayo de 2011

España en transición

El egoísmo ha envejecido de golpe, después de haber devorado el futuro de todas las gentes, de todos los países, de todos los seres vivos del planeta.
Porque de eso se trata, de futuro esquilmado, de ver morir el futuro en nuestros jóvenes, en nuestros hijos, en nuestros nietos. La mirada miope, la mirada incapaz, se aferra patética a los despojos de la belleza mientras los jóvenes la levantan, la gritan, con esa conmovedora ingenuidad que solo poseen quienes tienen en su mano cambiar el mundo.
Se puede vivir sin dinero, pero no se puede vivir sin belleza. Ahora que perdemos todo lo que tenemos, nos enfrentamos a la verdad de todo lo que somos. Ese es el futuro. Lo que somos desnudado de parafernalias. El egoísmo emigra con su dinero en busca de paraísos fiscales y las gentes, burladas por todos los parásitos del mundo, estafadas en su buena y en su mala fe, se quedan a solas con lo que son. Mientras los muchos se atreven a jugar la última partida de ruleta rusa, con tres mil balas en el tambor y un solo hueco sin daño, los menos buscan el futuro en lo que queda: el capital humano.
Y empezamos a descubrir sorprendidos que no necesitamos parásitos, que somos todo lo que hace falta para construir un nuevo mundo. Que la vida está en nosotros y en la indolencia la muerte. Que ahora que empezamos a caminar se abren ante nosotros nuevos caminos.
Cuando hemos decidido tomar el timón de nuestras vidas la misma Tierra se ha convertido en navegable.

Firmado: Gaia

lunes, 23 de mayo de 2011

La democracia a la intemperie


Ese es el espíritu del 15M. Con cientos de miles de familias en situación de desaucio solo podemos hacer democracia a la intemperie.
El movimiento del 15M no pretende ganar el juego democrático sino exigir que se dignifique y que no se desvirtúe. Exige una democracia real.
¿Estamos oyendo-leyendo los análisis?
Todo se reduce a quien ha ganado o quien ha perdido. Las elecciones se han convertido en una casa de apuestas y los medios de comunicación en una agencia de pronósticos. Los análisis ya han renunciado a indagar las causas de la crisis.
¿Que proyectos tiene la oposición para garantizar derechos básicos reconocidos constitucionalmente como el trabajo, la educación, la sanidad y una vida digna?
Mas de un millón de familias carecen de ingresos, los jóvenes no tienen futuro y esta crisis económica se revela ya como el comienzo de un anunciado crash tras el cenit del petróleo. La izquierda ha acabado interiorizando el mensaje único de la derecha: esta crisis no es mundial, es todo culpa del gobernante en funciones. No hay propuestas creíbles por parte de la derecha y tampoco por parte de la izquierda, porque estamos ante algo mas que una de las típicas crisis del capitalismo.
Lo peor de la derecha no es que haya ganado sino que tampoco tiene soluciones. Y eso es lo que atisban quienes se concentran en las plazas.
Conseguir que los políticos sirvan a la población y no a la inversa es el espíritu de la democracia misma. Ganar no es servir. La constitución reconoce el derecho a la vivienda, al trabajo, a la salud y a la educación. Seamos una oposición continua y seámoslo en la calle.
Eso se llama democracia participativa.
La corrupción no es sino una sofisticada ingeniería del delito. Una estafa a la democracia sirviéndose del poder (y el sueldo) que se otorga para gestionar aquello que es público y común. Y las listas del partido opositor están llenas de imputados. La interpretación que se hace en titulares es que la población avala la corrupción y olvidamos que la estafa es un delito de engaño basado en la buena fe de la gente.
El movimiento del 15M parte de una constatación muy lúcida: el partido en el poder ha hecho una política contraria a su programa electoral porque los mecanismos e inercias del modelo económico tampoco hubieran permitido mucho margen de actuación. Nuestros políticos no controlan esta crisis. Solo nos avergüenzan con su actitud de apuestas sobre quien gana a quien en unas elecciones.
Lo que deba ir a las urnas que vaya a las urnas, lo que deba llevarse a la calle, que en la calle acampe.
Ya estamos en la calle, esto es democracia a la intemperie.

viernes, 22 de abril de 2011

La crisis del egoísmo

El egoísmo marca los límites de la inteligencia individual.
Se oye con demasiada frecuencia que estamos ante una crisis de valores, aunque para las élites económicas solo cuentan los que cotizan en bolsa. Pero no nos engañemos, esta profunda crisis económica está mostrando la incapacidad de los valores propugnados por nuestro sistema económico para gobernar el mundo. El egoísmo como motor básico de la economía, solo ha funcionado mientras hemos parasitado y expoliado recursos naturales propios y ajenos. No solo eso, hemos expoliado el futuro de nuestros hijos y descendientes, hemos cavado su tumba.
Consideraciones morales aparte, el mayor problema que presenta el egoísmo para resolver problemas reales es la visión miope y sesgada de la realidad que provoca, una incapacidad para abordar problemas que superan una cierta escala. Imaginemos que damos un vehículo con el depósito repleto de combustible a varias personas. Nuestro primer beneficiario resulta ser tan egoísta que apenas consumido el carburante desecha el vehículo. Un segundo beneficiado es mas inteligente y sigue repostando y usando el vehículo hasta que sufre la primera avería, tras la cual también abandona el vehículo. Pero un tercer beneficiario bastante mas inteligente repara las averías y solo cuando el vehículo termina su vida útil desecha el vehículo. Y ahí se nos acaba la inteligencia. Pocos son los que se plantean el reciclaje de los valiosos materiales con los que está construido nuestro vehículo y evitar así a nuestros descendientes y a nosotros mismos, un futuro de recursos agotados, contaminación, esclavitud y miseria.

El egoísmo solo es una forma de inteligencia a corto plazo.
Probablemente esa sea la causa de nuestra carencia de inteligencia colectiva. Si tuviésemos un mínimo concepto de nuestra supervivencia como civilización no caeríamos en un error de perogrullo como pretender un crecimiento infinito en un planeta finito. Tiempo hace que hubiéramos diseñado un modelo económico estacionario como el que ha regido la vida en el planeta durante millones de años. Pero nuestro modelo económico ha impuesto como doctrina irrefutable que el egoísmo de unos y su tendencia a acumular sin control, beneficia a todos y en última instancia al resto de la sociedad. En un sistema finito, eso solo es posible concentrando la riqueza en unas pocas manos y expoliando hasta el agotamiento el patrimonio vital común para contentar al resto de la población con las migajas del botín.
Solo una sofisticada planificación de ingeniería social ha hecho posible semejante disparate basado en tres pilares fundamentales: propaganda, obsolescencia programada y financiación.

El egoísmo es el motor del colapso.
¿Que ocurre cuando los que manejan el mundo acaban creyendo sus propias mentiras? Un naufragio del que esperan salir airosos en lujosos botes salvavidas.
Es la visión a corto plazo la que nos impide ver el precipicio hasta que tenemos un pie en el aire, e incluso nos puede hacer pensar que cuando caemos, en realidad volamos, aunque en realidad solo sea una manera de negar que hemos perdido el control de la situación.
Si tuviera que dirigirme a alguien y solo pudiera hacerlo con un número pequeño de personas, no elegiría entre los millones de personas que perderán la vida en el colapso, sino a aquellos que se consideran seguros, parapetados en la riqueza acumulada y les diría que nos les servirá de nada, que el egoísmo les impide ver que sin el sostén de aquellos a quién han parasitado no serán mas que náufragos condenados a una agonía solitaria.

sábado, 16 de abril de 2011

Sin tiempo: Oil crash

Por activa y por pasiva los científicos nos llevan avisando desde hace muchos años que nuestro modelo de vida es insostenible y aunque nuestro sentido común nos advierte de la insensatez de mantenernos en un modelo de crecimiento infinito, llevamos demasiado tiempo dejándonos arrastrar, atrapados en hipotecas que nos atan para toda la vida, en una obsolescencia programada para forzarnos a consumir si o si y finalmente mediatizados por unos medios de comunicación condicionados al servicio del consumo.
Estamos inmersos en una crisis económica de alcance global y la propuesta oficial es neoliberalismo salvaje, poner a la venta los servicios básicos de la sociedad, privatizar los estados y esperar. Si, esperar. Trabajar mas y cobrar menos, entregarlo todo para que los mercados ¡confíen! y que surja un milagro que permita seguir con el crecimiento infinito. A veces me pregunto como se puede comulgar con semejantes ruedas de molino.
En junio de 2010, Gaspar Llamazares realizó una pregunta al gobierno sobre el cénit de la producción mundial de petróleo y el escándalo de los confidentes de la Agencia Internacional de la Energía. La respuesta es cualquier cosa menos satisfactoria, pero resulta mas preocupante si cabe, su llamada a la prudencia para evitar alarmas públicas innecesarias. Desde el gobierno se espera por tanto que sean los mercados y no la población quien decida su propio futuro tomando conciencia sobre la contingencias que les depara el futuro inmediato.
El llamado crash oil provocará un colapso generalizado de nuestra sociedad, algo que en buena medida ya está ocurriendo. Pienso que la población sí debería estar informada de aquello a que nos enfrentamos, porque la confianza, aunque sea la de los sacrosantos mercados, no produce energía, no hace brotar petróleo de la tierra. Son las grandes corporaciones las que están jugando a esquilmar a la población, antes de retirarse con los bolsillos llenos y dejarnos con nuestra confianza en los mercados enfrentados al colapso. El lema "privatizar ganancias y socializar pérdidas" no es mas que una adaptación de "toma el dinero y corre" y una burda estafa. Recomiendo descargar esta presentación sobre oil crash, donde Antonio Turiel, doctor en Física Teórica por la UAM (1998) y científico titular en el Institut de Ciències del Mar del CSIC, nos hace una excelente exposición del problema.

Son necesarias muchas cualidades en el ser humano para afrontar el colapso. Creo que una de las mas importantes es disponer de una visión sistémica que nos sirva para discernir la dirección en la que QUEREMOS ir y congeniarla con la dirección en la que PODEMOS ir.
En términos de crecimiento económico solo tenemos tres posibilidades:
Seguir creciendo: Descartado. Existe un número cada vez mayor de países que han sobrepasado su particular pico del petróleo, entre ellos Estados Unidos, que tuvo su cenit hace mas de 30 años. Pero ha seguido creciendo con el petróleo de otros.
Estado estacionario (que nos dejen como estamos): El peak-oil, el pico de otras materias primas, degradación medioambiental, etc impiden mantener el actual ritmo de vida.
Decrecer: Si o si. Pienso que decrecer no es una opción, es una consecuencia inevitable, en la que ya estamos inmersos. Pero las políticas que se están planteando no van encaminadas a permitir la transición al conjunto de la población sino a la "salvación" de una elite: aquella con mayor responsabilidad en la tragedia.
En realidad solo podemos elegir, con un margen cada vez mas escaso, como decrecer. También podríamos tener cierta capacidad de maniobra para diseñar un modelo estacionario que no implique la muerte termodinámica del sistema planetario, el colapso de la sociedad humana y el punto sin retorno del cambio climático.
Convendría recordar que somos seres vivos y como tales, tener en cuenta que la riqueza de este planeta es precisamente la vida, esa singularidad que permite la autoorganización de la materia en seres vivos tan complejos como el propio ser humano. Los movimientos de transición están en marcha pero el tiempo se agota, y en esta espera estéril perdemos la oportunidad de optar por un cambio menos traumático. El capitalismo y su crecimiento infinito son cadáveres que solo pueden ofrecernos corrupción.

domingo, 27 de marzo de 2011

V de voluntad


Caer no es volar.
Que la realidad no nos engañe. Usemos la imaginación. ¿Podemos pensar en serio que somos libres?
¿Porque tenemos siempre cerca el mando a distancia, porque nos dejamos arrastrar sin esfuerzo como espectadores de nuestra propia vida?
V de voluntad.

Pero no nos detengamos en los símbolos. Son convenciones, mapas, señales puestas en las encrucijadas. La libertad comienza por la capacidad para decidir, pero solo crece con la voluntad. ¿O acaso es libre el guijarro que se mueve al empuje de la corriente?
Pensábamos que el engaño estaba en las palabras, que la mentira estaba en las ideas o la razón. Nos equivocamos: el engaño y la manipulación están en las emociones. Estamos sometidos a mil distracciones para captar nuestra atención y someter nuestra voluntad. Nos sentimos reyes en el mercado de las respuestas, podemos elegir la que mas nos guste, no tenemos por qué soportar las impertinencias de quién se atreva a contradecirnos o a incomodarnos... y es precisamente en este punto, en la renuncia a la crítica donde entregamos la voluntad. Podemos dejarnos seducir y atrapar en el engaño, pero al fin nos damos de bruces contra el duro suelo. Siempre ha estado ahí y se llama verdad.
La inteligencia puede medirse por nuestra capacidad para soportar incertidumbres. Aún a riesgo de parecer descorteses, ignorantes o rebeldes, debemos terminar siempre todo acto de fe con una pregunta. Nada está mas cerca de la verdad que la duda. Porque la verdad no es una meta, es un camino.

Cuando los individuos carecen de voluntad poco importa su ideario, siempre pueden corromperse. Por eso la libertad ha de edificarse sobre el entramado otros principios. Porque no hay libertad sin justicia, ni igualdad sin libertad.
Se teje así, con responsabilidad, el vínculo entre justicia y libertad.
No puede entenderse sin el respeto la igualdad que nos hace libres.

Firmado: Anonymous

domingo, 13 de marzo de 2011

Anonymous

El fracaso enseña lo que el éxito oculta. Lo peor es que no aprendamos nada.
No me sigáis. No estoy aquí para eso. No sé adónde se puede llegar en un mundo donde todos quieren ser líderes y eclipsar la luz de otras mentes con la oscuridad de un pensamiento único.
En realidad, creo que solo quiero pensar. Pero no estamos hechos para pensar sin interaccionar. Supongo que por eso estoy aquí, para contribuir en la génesis de un pensamiento colectivo, con la humilde tarjeta de visita de quien no otorga mas referencia a su ego que los ahora denostados ideales.
Nací, como todos, en un lugar concreto. Me impregné como todo ser humano de creencias y mitos, de la religión local, las costumbres y los prejuicios.
Al cabo supe que podría haber nacido en otro lugar concreto y ser ahora mi propio enemigo. De ahí surgió la tolerancia, de la enumeración meticulosa de todo aquello que no elegimos. Me declaro pues, equivocadamente humano. Ni tan siquiera podría afirmar la certeza de que ocultar la piel y la carne de mi cara, sea el mejor camino para poder adquirir otros rostros.
No se trata por tanto de una certeza, sino de una decisión.
Son las decisiones las que configuran el primer ideal: la libertad.
Pero los ideales no viven en las palabras sino en los actos, en el vínculo de las personas con la tarea de dignificar la vida. Por eso son tan temidos.
Los ideales trascienden al lugar, al color de la piel y a los prejuicios. Emanan de nuestra humanidad y beben del mas profundo sentido de la vida.
No es libre el esclavo sujeto a los dictados de su amo, no es libre el tirano sujeto a las exigencias del estatus. Solo la justicia permite que la libertad no tenga rostro.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Círculos: para no morir de líneas rectas

Las líneas rectas sirven para escapar, para alejarse del origen, pero no sirven para vivir. Porque la vida nos devuelve siempre al mismo lugar: la disolución. Y de ahí se levanta, poniendo cada final en el principio de algo, para evitar el punto de fuga que lleva a lo definitivo, la linea abierta hacia ninguna parte.
La vida ama los círculos.
¿Pero adónde lleva caminar en círculos? A la creación de circuitos. Nada mas y nada menos. Los circuitos llevan a la formación del metabolismos y los metabolismos a seres vivientes.
Podemos realizar un viaje alrededor del mundo. Y regresar al mismo punto de partida. Pero algo ha cambiado en el trayecto, algo ha cambiado en los que han viajado.
El próximo viaje no será el mismo, los viajeros tampoco. Han surgido las rutas, el recuerdo emergente de una interacción, de una historia que sobrevive, como el río lo hace a las aguas que lo abandonan.
El círculo adquiere memoria, dejamos los rastros de nuestro paso y así trascendemos a nuestra propia ruta. Se puede volver al mismo lugar siguiendo mil caminos distintos, como mil viajeros pueden recorrer la misma agenda de recodos, llanuras y albergues.
La vida solo aburre a quien decide ser espectador de su propia decadencia, y se contenta con su tiempo acumulando monedas para un ego en vía cerrada a otro principio.
En la superficie del planeta todas las líneas rectas trazan un círculo. Circulan agua y nutrientes, minerales y gases. Los ciclos son como latidos, desvelan lo orgánico, la función precisa de cada proceso vital. Somos colonias de células auto-organizadas, o mejor aún, el acuerdo que las constituye. Pero, a su vez, formamos parte de otro organismo planetario. Aún así, nuestra inteligencia colectiva parece inexistente. Quizá un día percibamos la belleza de lo que destruimos.

Firmado: Camino

martes, 22 de febrero de 2011

Globalización: Cuando la caja de Pandora se abre desde dentro

El ecosistema global es un sistema cerrado, intercambia energía con el exterior pero no materia. Si no es posible aumentar el balance de lo que se tiene, la evolución solo puede consistir en cambios cualitativos. Un planeta muerto ha mutado en planeta vivo. No podemos obtener materia del exterior, el planeta ha evolucionado hacia el SER frente al TENER. El imperativo físico nos ofrece el modelo ético para una escala planetaria. Podemos encontrar en Gaia la primera lección de filosofía. No es algo utópico es, literalmente, la única salida posible. Por desgracia, los economistas confunden tecnología y ciencia. Alentados por su capacidad para influir en las leyes que rigen las sociedades humanas, esperan poder influir en las leyes de la Física con decretos tecnológicos, como si la influencia de su autoridad pudiera ser suficiente para crear un perpetuum mobile.

Sin embargo, los subsistemas vivientes interiores son y somos sistemas abiertos: necesitamos intercambiar materia y energía. Competimos por tener. Metabolizamos materia y producimos desechos, muchos desechos. ¿No rompe eso también las leyes de la Física?
Gaia ha encontrado la solución en el círculo. Los sistemas abiertos se enlazan formando circuitos. Lo que nuestros pulmones desechan alimenta a las plantas, el oxígeno que ellas desechan, para nosotros es imprescindible. Estas manos que escriben, mañana serán roble, golondrina o leopardo... si no provocamos su extinción. El dominio sobre la Naturaleza es pura parafernalia. Todo dominio implica dependencia. Cuanto mas pretendemos dominar la Naturaleza, más dependemos de ella. Solo la petulancia permite esta clase de ceguera.
Si evolucionamos para ser muchos, para tener mucho, encontraremos el camino cerrado por el colapso. Si evolucionamos para ser mejores, la vida podrá continuar. No es metafísica. Es Física, pura Física.

Pero el ser humano ama las líneas rectas. Piensa que solo progresa quien se aleja del punto de partida. Materia y energía circulan por el planeta en un entramado de vida y belleza. El sistema cerrado de la Tierra, ese ánfora sellada está siendo abierta desde dentro.
Estamos agotando los recursos naturales y eso es muy grave, pero mas grave aún es que estamos deshaciendo los círculos, rompiendo los eslabones, abriendo la caja de Pandora.

Firmado: Camino

sábado, 5 de febrero de 2011

Avatar, Gaia y el fin del capitalismo

Gaia no conoce el dinero. Gestiona energía, materia y vida. Su modelo económico respeta las leyes de la física y es tan versátil que nos sirve también para hacer una crítica de cine.
Un modelo sencillo.
Sistemas cerrados: intercambian energía pero no materia con el exterior.
Sistemas abiertos: intercambian materia y energía con el exterior.
Las leyes fundamentales de la termodinámica. Nada nuevo.
Pandora es un sistema cerrado. Como antaño ocurriera en la Tierra, la energía se gestiona en un modelo económico de estado estacionario.
Los humanos gestionan ahora su propio planeta como un sistema abierto. Necesitan por tanto, intercambiar materia con el exterior. Su modelo económico se parece bastante al actual, de crecimiento continuo. Necesitan por tanto colonizar otros planetas en busca de nuevos recursos y probablemente lanzar al espacio sus residuos mas peligrosos.

La cultura de los habitantes de Pandora se rige por criterios morales compatibles con su modelo económico.
La cultura humana ser rige por principios morales adaptados a un sistema abierto. Este sistema abierto está representado por tres estamentos. Ciencia, comercio y ejército. Como ocurre en la actualidad, la ciencia es la que en un principio parece mas abierta a reconocer los valores del sistema cerrado. Es la que proporciona los conocimientos. Pero los que toman las decisiones, el estamento teleológico, el que responde a la pregunta ¿para qué usamos el conocimiento?, es la empresa que explota las minas y representa al comercio. El ejercito es el brazo ejecutivo del estamento teleológico.
Los humanos se interrelacionan con las máquinas y la tecnología. La sociedad del sistema cerrado de Pandora con el resto de seres vivos. La sociedad tecnológica no es autosuficente, mientras que la sociedad biológica sí lo es.
La moralidad, los principios del bien y del mal, no necesitan ser interpretados en términos absolutos, sino como las reglas de juego que rigen en cada uno de los sistemas y que son fruto de la adaptación emocional a los mismos, por parte de cada una de las especies o culturas.
El desarrollo y desenlace del choque entre en sistema cerrado y el sistema abierto, es lo que en términos generales relata la película.
Fascinados por los logros tecnológicos y atrapados por las mentiras mediáticas, los que defienden el capitalismo olvidan que sus propios fundadores preconizan el desastre, el fin del crecimiento. La tecnología, sin embargo, no permite alterar las leyes fundamentales de la física. Llegado a ese punto solo quedan dos caminos: el colapso y la hecatombe o una economía del estado estacionario. Hay muchas formas de salir de esta crisis económica, pero salidas solo una: gestionar el planeta como lo que es, un sistema cerrado.

jueves, 3 de febrero de 2011

Economía y ecología


Economía y ecología, han sido vistos durante mucho tiempo como términos contrarios, incompatibles, y en el mejor de los casos, no relacionados. Desde la ética de las posiciones ecologistas se ha contemplado a los ecosistemas como víctimas y la actividad económica victimaria.
Sin embargo, consideraciones morales aparte, los ecosistemas son verdaderos modelos económicos cuya eficiencia queda avalada por millones de años de evolución y donde la capacidad de autoregulación ha demostrado su capacidad para sobreponerse a las catástrofes planetarias. En estas economías ecosistémicas se gestionan energía, materia e información, en forma de conglomerados vivientes.
Nuestros modelos económicos actuales están muy lejos de igualar la eficiencia y la estabilidad de los ecosistemas de los que emerge nuestra civilización. Un ser humano puede metabolizar al cabo de su vida, una masa mil veces superior a la propia, sin tener en cuenta energía y materia usada para el transporte, calefacción, vivienda, industria o tecnología. El poder transformador de la vida sobre el medio es gigantesca.
Eso nos hace tan poderosos como dependientes.
Plantearse por tanto, si ha de preservarse al ser humano o a la naturaleza, es como darnos a elegir entre el alimento o la supervivencia.

Quizá todavía no hemos comprendido que la verdadera riqueza de este mundo es la vida.

En la actual crisis económica mundial, enfrentados al cambio climático, al calentamiento global, al cenit del petróleo, la pérdida de biodiversidad y la superpoblación mundial, nuestro modelo económico capitalista, representado en su cara mas visible por los llamados mercados, no aporta ninguna solución, solo una huida hacia adelante, donde la especulación sobre una necesidad fundamental como es la vivienda, se sustituye por una nueva etapa especulativa sobre los alimentos y el agua.
El ecosistema global llamado Gaia nos suministra un modelo económico al que imitar. Hasta ahora, tanto el modelo económico liberal, como los modelos económicos adoptados en los países comunistas, han llevado al mismo agotamiento de los recursos. La clave se encuentra en lo que en economía se da en llamar externalidades: aquellos costes y pérdidas que no quedan reflejados en el mercado. Es un eufemismo que esconde, detrás de un tecnicismo, la injusticia y el expolio.
El actual neoliberalismo aplica el principio de privatizar ganancias y socializar pérdidas, que en la práctica está sirviendo para recompensar la especulación y agudizar las injusticias sociales, imponiendo un sistema en el que se descarga a los poderes económicos de responsabilidades sociales sobre sus acciones, que pasan a recaer sobre quienes no tienen capacidad de decisión.
Asimismo, nos encontramos que todas estas conductas se rodean de un halo de amoralidad, suministrado por la propia ciencia.

Existe sin embargo un problema aún mas grave. Desde que comenzó la revolución industrial hasta ahora, el principio ha sido "privatizar o socializar beneficios y naturalizar pérdidas y costes. O lo que es lo mismo, contaminar, expoliar y destruir los mecanismos de autoregulación y generación de riqueza del ecosistema global llamado Gaia. Hemos cortado la rama en la que estábamos subidos. Hay quienes esperan que la tecnología pueda encontrar la solución, pero la tecnología no puede cambiar las leyes de la física, solo usarlas con un fin determinado. Y la economía de Gaia se encuentra sometida a las tres leyes fundamentales del pesimismo.
Nuestra única esperanza es que el desastre afecte también a los llamados países ricos, porque solo en ese momento, en la comprensión de que, o nos salvamos todos o no se salva nadie, empezaremos a preocuparnos por la suerte de quien nos alimenta.

Firmado: Camino

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