jueves, 17 de diciembre de 2009

La ignorancia


A Gaia le gustaba ver a Ana pintar. A veces pasaba las tardes hablando con ella frente a cualquier horizonte, importunando siempre, y por supuesto, preguntando sobre todas las cosas. Sin embargo, solo cuando la veía pintar tenía la sensación de conocer sus sueños y, en ocasiones, alguna de sus pesadillas en los cuadros oscuros, en territorios de espanto con algunas pinceladas informes de rojo violento.
Aquella tarde, Gaia quería saber cosas de los sentimientos, así que hablaron del amor y del odio, de la arrogancia y la humildad.
A veces, los adultos no se dan cuenta de lo rápido que aprenden los niños y Ana pudo comprobarlo aquella tarde.
-Sabes Gaia, a veces pienso que los seres humanos deberíamos darnos cuenta de que nuestras emociones son conocimiento. - dijo Ana, mientras con exquisita sensibilidad, daba forma con el pincel a la criatura que acababa de surgir sobre unas nubes.
Mientras miraba la gaviota inmersa en la tormenta, balanceando sus piernas pequeñas que colgaban de la silla, como quién no escucha sus propias palabras, Gaia añadió:
-Pero antes habrá que aprender, que también son ignorancia.

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