
No obstante, la evolución puede evaluarse desde otra perspectiva. El autor del estudio compara la energía total producida con la energía invertida en los procesos de trabajo, cuyo cociente es la rentabilidad energética, y obtiene los resultados siguientes: en 1826 por cada caloría invertida se obtenían 40, mientras que en 1977 se obtenían sólo 2,1.

La conclusión final es que en 1977 se usaba 19 veces la energía que en la era preindustrial para poner en un plato la misma cantidad de calorías. Si tenemos en cuenta que los combustibles fósiles son un recurso no renovable y que ya hemos atravesado el pico de producción del petróleo, el gráfico nos muestra una situación dramática. Si quisiéramos mantener el volumen de producción de alimentos actual y cambiar el modelo de producción en la zona de estudio al modelo de la época preindustrial, necesitaríamos multiplicar por seis la tierra cultivable y por 30 el número de personas dedicadas a la agricultura. Además ya no contaríamos con la energía animal.
Podríamos pensar en una mejora drástica en eficiencia energética o en alimentar la maquinaria agrícola y el transporte asociado con biocombustibles, pero los rendimientos energéticos son deficitarios. Por otro lado, los datos de la situación actual en el estudio son de hace 34 años. Actualmente se estima que en EEUU se gastan 10 calorías para obtener una caloría alimentaria. Estas diez calorias proceden en su casi totalidad de los combustibles fósiles, sobre todo petróleo y gas natural. Si adaptamos el gráfico para EEUU el resultado es aterrador.

Es vergonzoso e indignante que los agricultores no puedan vender su propias semillas y que las elites económicas gobiernen a nuestros políticos, esas elites que creen controlar el mundo y ni siquiera saben pilotar su propia estupidez.