jueves, 21 de agosto de 2014

El Capital Natural

Ser antisistema en los tiempos que corren es como conspirar contra un suicida paranoico, que entre delirios de grandeza y manía persecutoria, señala a quienes intentan evitar el desastre, como los instigadores de su propia decadencia.
Necesitamos con urgencia un cambio de paradigma económico y social para evitar el colapso de nuestra civilización, pero parece que las élites económicas no están dispuestas a permitirlo. En realidad solo buscan ser los últimos en hundirse, algo que esta por ver, antes de que pueda hacerse algo para evitar el naufragio.
El pico de producción del petróleo, acaecido en 2006 según la Agencia Internacional de la Energía, marca el principio del fin del recurso no renovable y finito mas importante en nuestra sociedad. Parece pertinente por tanto hacer balance de los recursos renovables de los que podríamos disponer en un futuro: el Capital Natural y los servicios que prestan los ecosistemas.
Se podría decir que la sostenibilidad consiste en vivir de las rentas del Capital Natural, de sus intereses, para que las generaciones presentes y futuras puedan disponer de, al menos, los mismos recursos naturales de los que disponemos actualmente. Sin embargo datos científicos contrastados avalan que nuestro crecimiento en el Estado del Bienestar se ha hecho a costa de una reducción de ese Capital Natural. En pocas palabras, el "milagro" de progreso y modernidad de nuestro modelo económico ha consistido en dilapidar el capital que conforma el sostén vital de la humanidad. ¿Es esto exagerado?. Veamos lo que se dice en la web del Banco Mundial sobre la Contabilidad del Capital Natural:

El PIB tiene en cuenta solo una parte del desempeño económico –los ingresos– pero no dice nada acerca de la riqueza y los bienes que subyacen a estos ingresos. Por ejemplo, cuando un país explota sus minerales, en realidad está agotando la riqueza. Lo mismo puede decirse de la sobreexplotación de la pesca o la degradación de los recursos hídricos. La reducción de estos bienes no aparece en el PIB y, por lo tanto, no se mide.

El ejemplo del bacalao atlántico llevado al borde de la extinción, ilustra
la forma en que desastre ecológico y desastre económico están relacionados.
Estamos pues ante un modelo contable, que maquilla las cuentas de tal forma oculta los flujos reales de riqueza, permitiendo así el saqueo mediante la deuda, no solo de los ricos sobre los pobres, sino de las generaciones actuales sobre el patrimonio de las venideras. 
Así, mientras el Banco Mundial promueve la Alianza Mundial de la Contabilidad de la Riqueza y Valoración de los Servicios de los Ecosistemas (WAVES, por sus siglas en inglés), con el supuesto objetivo de ayudar a los países a superar el tradicional enfoque en el PIB para comenzar a incorporar la riqueza, que incluye el capital natural, en sus cuentas nacionales, la Comunidad Económica Europea exige a sus socios incluir en dicha contabilidad la actividad "económica" de la delincuencia organizada.
Si el PIB es la medida del progreso de una nación y el progreso, medido en términos del crecimiento del PIB, se obtiene incluyendo la prostitución, la producción y el tráfico de drogas o el armamento militar, si la destrucción del Capital Natural se contabiliza como ingreso, parece lógico preguntarse ¿hacia dónde vamos? ¿A quién estamos engañando? ¿Contabilizamos como riqueza la degradación humana al igual que contabilizamos como ingreso la degradación de la Naturaleza?
Asistimos a una estafa a escala planetaria. Se estima que los países de renta alta se apropian de 1 a 5 veces más que su parte equitativa de los servicios del capital natural del planeta.




Sin embargo, esta asimetría, este saqueo conlleva una dependencia de los países del Norte de los países del sur, la dependencia que tienen los ricos de los pobres. Porque aunque pretendan convencernos de lo contrario, los pobres pueden prescindir de los ricos.
Estamos atados por lo que no queremos saber y por lo que no queremos que se sepa. Es lo que nos permite esta ilusión de libertad total, definida como zafarnos de la responsabilidad de nuestros actos sobre nosotros mismos, nuestros descendientes, sobre los demás seres humanos y el resto de seres vivos. Esta negación de responsabilidad, no permite sin embargo escapar de las consecuencias, en la medida que el perdón divino lo provee. Gaia no es una diosa. Para encontrar la verdad, es suficiente con dejar de engañarnos.

Referencias:
* Contabilidad del Capital Natural. Banco Mundial.
* Capital natural y desarrollo: por una base ecológica en el análisis de las relaciones Norte-Sur. José A. González, Carlos Montes e Ignacio Santos
Capital natural y funciones de los ecosistemas: explorando las bases ecológicas de la economía. E. Gómez-Baggethun, R. de Groot. Revista científica y técnica de ecología y medio ambiente.
* Límites biofísicos: ¿El colapso de la civilización es ya inevitable?. Carlos de Castro Carranza.
Restaurando el Capital Natural. Un programa de acción para sustentar los servicios ecosistémicos.
Frances Irwin, Janet Ranganathan.

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