jueves, 30 de septiembre de 2010

Llegarás a la Costa de los Sueños


"No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños. No te dejes vencer por el desaliento. No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte, que es casi un deber. No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario. No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo. Pase lo que pase nuestra esencia está intacta. Somos seres llenos de pasión. La vida es desierto y oasis. Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia. Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa: tú puedes aportar una estrofa. No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre..."
Walt Whitman

Puede que después de todo Gaia tenga razón. Walt Whitman estaba loco, pero al fin y al cabo, los veredictos de enajenación, dependen sobremanera de la actitud mental o el sentido común, con que habitualmente se desenvuelven quienes los emiten. Pasamos la vida angustiados por tener. No solo por tener, sino por tener más. Nos comparamos constantemente. De la comparación resulta el estatus. Pero nada nos iguala mas que la vida. Quizás por eso queremos destruirla.
Convertimos lo intrascendente en imprescindible, escondemos minuciosamente las funciones biológicas que no son aptas para la ostentación y claman la equivalencia vital. No hablamos del final porque no lo entendemos. Pero entender la muerte es entender la vida.
Evitamos hacer la pregunta que a todo da sentido: ¿para qué?. Las preguntas importantes tienen respuestas humildes. Quizá la respuesta a esta pregunta sea tan humilde que ni siquiera llegue a respuesta, y debamos conformarnos con una decisión. ¿Para qué vivir? ¿para qué soñar?. Puede que la libertad sirva para responder. Y sea necesario decidir para qué vivimos. No dejamos de ser lo que soñamos, porque quien pasa la vida mirando mas allá de su horizonte no desaparece cuando el sol se pone.

He llegado a la costa de los sueños. Y he musitado las tres palabras: "Yo soy Gaia". Y me ha dolido el veneno de los que viven para el desperdicio. Como un latigazo me han herido los cauces secos. Me han avergonzado mis propios actos.
Pero el rumor de la costa no eran olas. Y lo he sentido crecer. Y ya eran muchas las voces. Los susurros crecían en firmeza.
"Yo soy Gaia"
Y entonces vi, temblorosos y cobardes, a aquellos que dijeron:
-Podemos sojuzgar el mar, solo son gotas de agua.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Despedir a Ana



Gaia observaba las idas y venidas de Ana sin poder evitar una cierta inquietud. Ana le había prometido tres palabras para cambiar el mundo, mientras el planeta se dirigía a su destrucción sin apenas variar el rumbo. Y hacía falta mucho mas que eso, era necesario un cambio de sentido.
Finalmente preguntó.
-¿Para qué encendemos tres velas?
-Los seres humanos sentimos la necesidad de realizar rituales, de repetir nuestros actos. Usamos los símbolos y aquello que carece de razón aparente, para fijar en la memoria nuestras emociones. También en ellas existe conocimiento y también los sentimientos son materia de olvido y de memoria. Es fácil preservar y acumular ideas, podemos reunirlas en bibliotecas. Las ideas pueden dirigir el mundo, pero las emociones lo mueven. El arte no es una herencia inútil. Sin poesía, el lenguaje se acaba convirtiendo en algo inhóspito, la razón termina perdiendo el sentido.
Enciendo la primera vela por nosotras y a esa llama entrego la memoria de lo que somos.
Enciendo la segunda vela por aquello que amamos y a su llama entrego todo lo que deseamos conservar.
La tercera vela simboliza la belleza y la enciendo por todo aquello que debiera ser amado.
Si alguna de las velas se apaga, podemos devolverle la vida con la llama de las que aún se agitan. Con esa simple intención invoco fortaleza y esperanza.

Sentadas así, frente a frente, Ana tomó aquellas manos pequeñas. En el círculo formado acogían la danza de las luces.
Ana se limitó a mirar a los ojos de Gaia. No hizo falta mas discurso.
Todas las palabras se aunaron en un instante. Y ya solo hubo confluencia.
¿En que costa jugaban en la arena aquellas olas? ¿En qué miríada de gotas festejando el arco iris se elevaba? Cruzó la sangre de un albatros. Su rebaño de peces pastaba entre las algas. El ojo del huracán concentraba toda la paz del mundo. Dejó macerar su dolor en la tierra. Después encontró la raíz, siguió sus pasos, ahondó en el aire y en la savia. Antes de emerger recordó su promesa: tres palabras. Tomó la flor del almendro. Se hizo unos labios de perfume. Pudo así hablar con su nueva transparencia. Tres palabras. Entonces dijo para siempre:
"Yo soy Gaia"

jueves, 9 de septiembre de 2010

Preparando el equipaje



La atmósfera avisa de los cambios. Sentimos miedo de lo incierto.
Habían sido muchos días despidiendo entre charlas y risas las ultimas luces de la tarde frente al mar. Con la ayuda de Gaia, con su vitalidad, Ana había recobrado el deseo de seguir. Sin embargo, en sus nuevas fuerzas parecía consolidarse la rotundidad de una decisión.
-No quiero quedarme sola. -Le dijo Gaia.
Cuando dos personas se entienden a veces dejan de hablar y se miran, alientan una atmósfera de confidencias.
-Nunca lo estarás pequeña mía. Nunca me tendrás mas cerca que cuando me vaya. Hay verdades terribles en el mundo. Podemos dedicar la vida a buscar aún mas verdades. A buscar las razones de su existencia y puede que las razones de las razones de su presencia en el mundo. Tenemos el don de la curiosidad, pero también tenemos el don de la decisión y podemos decidir cambiarlas. Lo que somos es importante. Lo que podríamos llegar a ser mas importante aún. La libertad es un don perdido si no elegimos. No me he decidido por lo mas probable, tampoco por lo mas fácil, he elegido entre todas, la elección que me ha parecido mas hermosa. Tienes razón Gaia, el mundo cambia cuando decidimos dar un paso. Los que vengan detrás darán el siguiente. Así avanza la vida. Hemos hablado y hemos compartido risas y pensamientos con un tiempo prestado. Hay otro tiempo, el que corresponde a todo ser humano, el tiempo para la vida, el tiempo para amar, para darse en los hijos. No puedo darte mi tiempo para que crezcas porque me fue arrebatado. Te daré sin embargo el derecho a la existencia, el derecho a la vida, porque al menos eso aún me pertenece. Es muy poco lo sé, solo tres palabras para cambiar el mundo. Preparemos el momento.

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